Hasta luego, Chelo. El paso de Marcelo Díaz por Racing llegó a su fin. De las mejores prestaciones en el puesto en los últimos años. Un salto de calidad en un lugar de la cancha que había tenido hasta la irrupción del chileno dos referentes inmediatos muy distintos en cuanto a características. Mas allá de su inactividad en el último período, nadie podrá obviar su estadía en la Academia ni borrar lo que hizo. Dueño de una clase privilegiada para jugar en un lugar de la cancha donde el tiempo no abunda, pero él lo tenía siempre a su favor.
Si el ciclo de Eduardo Coudet tuvo un rasgo distintivo fue eso de que "tener huevos" en el fútbol era pedir la pelota y animarse a jugar. A los equipos que logran trascender los resumen muchas veces su volante central. Aquella formación de Chacho que se quedó con la Superliga 18/19 sin discusiones tuvo en Marcelo Díaz la razón de su existencia. Desde que debutó en Paraná, frente a Patronato, nunca más el equipo pudo jugar sin él como lo hacía mientras el Chelo estaba en cancha. Se metió de lleno en el corazón de la gente dando clases abiertas de como jugar en la mitad del campo. Un antes y un después en ese rubro, al punto que hoy no surgió un reemplazante que aspire a tomar la posta.
Los dos antecedentes más cercanos en ese puesto que habían quedado en la retina fueron Adrián Bastía y Ezequiel Videla. Con otras características, los dos volantes fueron piezas fundamentales de los equipos que en 2001 y 2014 lograron los respectivos títulos de liga. Pero lo de Marcelo Díaz fue una variante superadora. Con equipos más predispuestos para la elaboración y la tenencia, el ex Hamburgo, Basel, Celta y Selección de Chile, se incorporó con absoluta naturalidad a la formación que Coudet fue moldeando. Incluso su irrupción mejoró a ese equipo que Chacho venía perfilando.
Su salida, otra vez en medio de negociaciones con una dirigencia que estira los plazos hasta el final, deja un vacío que no es sencillo de reemplazar. No hay en el plantel un futbolista que pueda tomar la posta de ese lugar. Ni hablar de ejercerlo con una sabiduría parecida, ya que eso se adquiere con experiencia. Aquél 1º de noviembre de 2020 ante Atlético Tucumán jugó su último partido con la camiseta de Racing. Desde ese día nadie pudo disimular la ausencia del Chelo Díaz. No abundan esas cualidades en el marcado de pases tampoco, hay que decirlo. Mucho menos si la idea es invertir poco.
A pesar de todas las bondades que podamos reconocerle al chileno, su paso por la Academia quedará igualmente inmortalizado por aquél grito el 9 de febrero de 2020 en el clásico de Avellaneda. Con 9 futbolistas, pisando el área y poniendo un segundo de pausa cuando todo era tensión y nervios. El día de la banana, Marcelo Díaz tuvo su paso definitivo a la galería de los elegidos. Dio un pase a la red cuando cualquier otro mortal hubiera pateado cerrando los ojos y apretando los dientes. Un resumen perfecto de su paso por Racing: cerebral, con un sentido de la ubicación que le ahorraba tiempo y distancias en un fútbol absorbido por los gps y las estadísticas.
Racing deja ir, salvo que trasciendan las verdaderas razones de su salida, al mejor volante central de los últimos 30 años. Por calidad de minutos brindados, lo de Marcelo Díaz es una variante superadora en el puesto. Enseñó a pensar el juego desde otro costado, con movimientos que servían de guía para entender cómo, dónde, cuándo y porque de cada acción. Esa cualidad la podría haber seguido aportando aún mientras estuviera falto de ritmo. Pero se eligió otro camino. Díaz mejoraba a sus compañeros en el día a día, en la rutina de los ensayos, en las charlas previas de los partidos y ni hablar si lograba ponerse a tono.
Buen viaje Chelo, como usted mismo lo dijo, esta es su casa. Será un hasta luego.
Paolo Cella
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