La derrota ante River, sus formas y el contexto en el que se dio no tienen punto de comparación con ninguna otra en la historia reciente de Racing. Plantel y cuerpo técnico terminaron de dilapidar la última oportunidad del año con todo servido para alcanzar la gloria y fallaron. El segundo puesto y la primera colocación en tabla anual quedan hechos trizas ante tamaña chance desperdiciada. En definitiva, lo ocurrido en el Cilindro fue un resumen de todo el 2022. Cuando el equipo tuvo el éxito a mano no dio la talla.
La primera sensación es decepción. Al menos eso surge de una primera mirada tras lo ocurrido en Avellaneda. Racing tuvo, a tres minutos del final, la oportunidad de quedarse con un título de campeón, con un penal a favor, el segundo en ese partido, y sentenciar la cuestión. Pero el último jugador en llegar al club, el tercer central del equipo, que sólo había pateado cuatro tiros desde el punto del penal en su carrera y sólo uno dentro de los 90 minutos, lo erró. ¿Cómo se llegó a esa situación? Sólo lo saben los protagonistas. Jugadores y entrenador. Lo padecemos los hinchas.
Gago fue muy estricto con cuestiones de disciplina interna y situaciones de juego. La balanza dejó afuera de la convocatoria a distintos jugadores a lo largo del año. También la cuestión disciplinaria marginó a algunos futbolistas de la lista de concentrados. En el campo de juego era él quién decidía los ejecutores de la pelota parada. Recordar el episodio de Edwin Cardona y Carlos Alcaraz, cuando el colombiano ingresó desde el banco y fue directo a quitarle la pelota a Charly por expreso pedido del entrenador. Con Enzo Copetti en cancha, más Gonzalo Piovi, Leonardo Sigali y Gabriel Hauche, ¿cómo llegó Jonathan Galván a apoderarse así de la escena?
Pero esta toma de decisiones errada que decantó en perder un campeonato, con lo grave que eso es, por el contexto y las formas, resume en buena medida el derrotero de Racing en todo este 2022, dónde cada competencia que jugó la perdió. Con diferentes matices, pero derrotado en todas. En cada momento clave del año, cuando el escenario era favorable y sólo quedaba asumir el rol, el equipo falló. El cuerpo técnico falló. Y a la dirigencia le cabe su cuota de responsabilidad por bajar un mensaje conformista, donde competir y participar son mérito puertas adentro, en esa sala de café donde todos opinan igual y escriben su propia realidad.
A un año de la llegada de Fernando Gago, justo este domingo de definición, el capital construido, con sus vaivenes, se perdió en un segundo. Entre el plantel y el entrenador tomaron la última mala decisión que atentó contra el bienestar deportivo del equipo. Y nadie salió a dar la cara. En realidad sólo dos jugadores: Matías Rojas, siempre cuestionado pero al frente de las situaciones más pesadas diciendo presente como en la ejecución de su penal; y Gabriel Arias. El resto, silencio. En la derrota se ve mejor de que material está hecho el personaje. Y muchos le escaparon al momento.
Racing perdió en Copa de la Liga por penales en una semifinal, lo cual puede tener una mirada contemplativa a la hora de realizar una balance. Fue el mejor de la etapa regular pero en ese partido ante Boca, con los pronósticos a favor y el presente futbolístico que lo respaldaba, no pudo dar el paso a la final. Días después llegaron las eliminaciones en Copa Sudamericana, de local y donde sólo alcanzaba con empatar ante River de Uruguay ya eliminado; y la salida temprana de Copa Argentina ante Agropecuario de Carlos Casares. El retroceso fue notorio.
En el torneo local construyó con vaivenes su recorrido hasta llegar a este último partido con la oportunidad de pelear por el título. Cuando los planetas se alinearon y todo se puso a su favor, otra vez la mala lectura de sus futbolistas (recordar los eventos citados anteriormente, expulsiones insólitas, etc.) sumado a la falta de liderazgo en estos momentos determinados por parte del entrenador, lo privaron de un título. De forma increíble, con matices que serán complejos de olvidar y resolver en el corto plazo y que pondrá un peso sobre este equipo y su entrenador muy fuerte.
Las formas importan. En todo sentido. La ausencia de referentes para quitarle la pelota de las manos a Galván, el último en llegar al club, para hacerse cargo de ese penal, expone las carencias de un plantel que decepciona cuando la confianza en ellos es plena. Sin dar nombres propios, todos podemos coincidir en que había al menos cuatro futbolistas antes que el ex Huracán para hacerse cargo de ese remate. Y el entrenador, si fue su decisión, menudo problema nos generó. Y si desobedecieron su mensaje, peor aún.
En definitiva, Galván es un resultado también de la mala gestión dirigencial. Sea Blanco, Capria, Jiménez, Chiodini, Gago, todos o algunos en particular, dejar ir a Nery Domínguez implicó terminar de pagar sus consecuencias el domingo. El que llegó en su reemplazo falló el tiro del final.
Será muy difícil salir rápido y bien de este golpe. Por lo pronto, ante Tigre el 2 de noviembre, este equipo disputará un partido para ver quién accede a la final por el Trofeo de Campeones ante Boca. No servirá de consuelo si se obtiene ese trofeo porque lo que se perdió tiene mucho más valor. Veremos si son capaces de asumir sus responsabilidades o seguirán dilapidando capital.
En lo particular, este equipo siempre me generó desconfianza. A cada paso que dio y con su posterior derrota en momentos claves, fue generando esa sensación. Y más allá de todo eso, cuando la oportunidad estuvo este domingo, volví a creer. Pero no hay caso. Algo falta. Es saludable el crecimiento individual y colectivo que Gago consiguió en este tiempo. Pero no alcanza. Falta algo que no se entrena, no miden los GPS ni la balanza. Algo que se tiene adentro, no se consigue corriendo más ni declarando para las cámaras.
La personalidad está demostrada en los hechos. Y este grupo de jugadores y su cuerpo técnico ganará partidos, pero así, le será difícil ganar campeonatos.
Paolo Cella
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