Juan Antonio Pizzi dejará de ser el entrenador de Racing tras la derrota en el clásico de Avellaneda. Las razones futbolísticas están a la vista pero son apenas una parte del desconcierto deportivo que transita la Academia. La decisión de apartarse a fines de 2020 de un camino más elaborado, concluyó en este presente. Un año desperdiciado por acomodar a todos dentro de un espacio para no incomodar a nadie. Blanco perdió su mejor cualidad: la capacidad de salir siempre bien parado. Pizzi es el árbol, detrás están talando el bosque.
La salida del ahora ex entrenador de Racing fue un asunto de casi todos los meses en este 2021. La final perdida ante River en Santiago del Estero marcó la primera oleada de rumores. Elegido por el asesor Rubén Capria, con poco plafón para soportar una cadena de malos resultados, apenas bastó ese porrazo para ver amenazado su trabajo. Durante la Copa de la Liga sobrevivió a un par de sofocones y se metió en la final sin patear al arco. Avanzó en la Copa Libertadores y así postergó una evaluación que fuera más severa que los números de una placa de televisión.
Sin dar un paso hacia adelante desde lo futbolístico en ocho meses, el equipo jamás tuvo una nota de autor. No invitaba a sentarse delante de la televisión para ver un partido esperando algo distinto. Apagó la llama de la ilusión y eso que jugó dos finales. En las dos ocasiones fue superado sin oposición y dejando mucho que desear, sin dar la talla en cada uno de esos escenarios. Se sobrepuso siempre a cada punto de quiebre con una racha de triunfos que solo lo hacían crecer en la tabla, no en la consideración del público.
Pero para que exista un Pizzi antes hubo un Blanco dialoguista, con temor a romper estructuras del pasado y sosteniendo a viejos pares de ruta con mañas del pasado, ególatras de playón. Entregó el manejo del fútbol profesional a Miguel Jiménez, Capria y algún representante con futbolistas que precisaba cotizar. En el mismo club donde su tesorero asegura que se perdieron 12.000 socios por la ausencia de público en las canchas y la pandemia, se trajeron jugadores a préstamo con opciones inviables para el mercado local y la billetera de Blanco.
En diciembre había un plan. Con Milito o sin él, el club había montado una estructura de trabajo capaz de detectar oportunidades, seleccionar los elementos que faltaran para completar un plantel y maridar necesidades para darle forma a esa nómina. Ese plan permitía, entre otras cosas, saber si faltaba un cinco y sobraban dos laterales derechos, uno de los cuales estuvo fuera de los campos de juego por lesiones más de la mitad de los partidos en los últimos dos años. Pizzi pidió un cinco, hizo regresar a Kevin Gutiérrez, lo usó un puñado de partidos y luego los fue desplazando sin dar explicaciones. Con estructuras de trabajo más armoniosas, estas cuestiones (o la de Cuadra por citar otro ejemplo) serían evitables.
Pizzi se irá y el foco será puesto en lo futbolístico hasta la contratación de un nuevo entrenador. Así podrán disimular, Blanco y sus pares, los desatinos que fueron cometiendo hasta llegar a este punto. Sostuvieron a un entrenador más allá de lo debido. Lo operaron igual que a Beccacece (y Milito) porque no fue elegido por ellos en consenso. Rompieron el capital que supieron construir en 2019 con una velocidad asombrosa. Se anclaron mediante un acto eleccionario hecho en pandemia, con pico de contagios y sus complejidades, para sostener que el socio los acompaña.
La soberbia suele meter la cola como el diablo. Tras una asamblea donde repasaron hechos de 2009 para encontrar algún ladrillo sobre el cual construir el relato, lo deportivo los expuso nuevamente.
Hay que esperar a que Víctor Blanco asuma su presidencia tras prestarle el juguete a sus pares de lista y realice una autocrítica inédita. Deberá reconocer que caminó por la avenida del medio y se dejó llevar por aquellas voces que engordan el ego. Los dueños del playón deben agradecer que el público aún no pueda asistir a los estadios. Le temen a la opinión de los días de partido.
Se quedaron con aquél video del campeonato en 2019. Nunca apostaron a ir por más, renovar energías. Participar en lugar de competir, la inversión pensada como gasto. La meseta que los absorbió en un micro clima insoportable hasta convertirlos en un grupo selecto, alejado del sentir de la gente. Son escribas de su realidad, una realidad reflejada en un espejo que de tanta tierra acumulada ya no los deja ver ni siquiera en lo que se convirtieron.
Transitamos un año desperdiciado por acomodar a todos dentro de un espacio para no inquietar a nadie. Blanco perdió su mejor cualidad: la capacidad de salir siempre bien parado. Pizzi es el árbol, detrás están talando el bosque.
Paolo Cella
@EspeRacinguista
@Paolo_Cella
Eliminado Racing de la Copa Libertadores, se despertaron los reclamos. Otra frustración en el plano continental, durante el período de mayor estabilidad económica y deportiva de los últimos años. Pero sería injusto no reconocer que algunos teníamos la sensación de que tarde o temprano esto sucedería por decantación. Un ciclo que empezó sin consenso, no encontró nunca un patrón que identifique virtudes. Cayó con la suya, sin dar la talla, sin oposición. Como la conducción política tras años de letargo.
Podríamos teorizar largo y tendido sobre los defectos del ciclo que tiene por ahora como conductor a Juan Antonio Pizzi. Desde la conformación del plantel, características de los jugadores, roles cubiertos, espacios despoblados y demás cuestiones vinculadas a la estructura de una nómina. Con carencias notables, aún así insistió con sus formas. Entonces encontramos que nunca el equipo evidenció, en estos 28 partidos desde aquél debut ante Banfield en el Florencio Sola a esta derrota ante San Pablo, una línea futbolística.
Podríamos charlar en extenso sobre si Rubén Capria tiene la preparación para ocupar el rol que se le asignó, de asesor, o como lo quieran llamar. Seguramente podrá esgrimir en su defensa un recorrido académico que respalde su elección y a partir de ahí darnos las pautas de trabajo que imaginó para este primer año. Quizás pueda defender desde su área la política de altas y bajas, para así comprender mas el camino trazado rumbo al éxito, ese que todos imaginamos cuando iniciamos un nuevo proyecto.
Podríamos también subir un escalón mas en la estructura de trabajo y recalar en la dirigencia, portadora del voto societario para conducir el club. Incluso sabemos que Víctor Blanco es quien da la aprobación o no para cada decisión que se toma. Ellos tendrán sus motivos, sus excusas y las razones de porque se eligió este camino, de bajo vuelo, con escasa imaginación y ambición, amparados en la siempre presente comparación de “como estábamos antes” o “ahora participamos siempre”.
Pero lo único que esta claro es que este presente es consecuencia de una bola de nieve de ego que fue creciendo sin parar, con personas que se empezaron a encerrar en sí mismas, sedientas de voces aduladoras, sin que nadie los interpele hacia adentro, para revisar modos, formas y costumbres que los transformaron en patrones de estancia, con la actitud de quien se siente dueño. Se alejaron de la realidad, construyeron un grupo cerrado de voces y hacia allí marcharon.
Un grupo de dirigentes que desprecia las miradas nuevas, con equipos de trabajo que analizan el mercado para detectar oportunidades, trazar planes a largo plazo e intentar achicar el margen de error. Se volvió al teléfono de un representante amigo, la recomendación de un allegado y el ojo del dirigente. Casi todos los clubes del fútbol argentino arman estructuras de trabajo que sirven de soporte para el dirigente, para evitar que dilapiden el capital económico.
Este presente no debería sorprender. Pizzi será el fusible mas fácil de cortar para cambiar el aire y generar nuevas expectativas. Afuera de la Copa, el objetivo de todos los hinchas al menos, quedan la Copa Argentina y la Liga local para llegar a la Libertadores 2022 y participar. Al fin y al cabo, ese es el objetivo de Blanco y compañía, participar y ver que pasa.
Para jugar al fútbol se necesita audacia y ambición. Pizzi nunca la tuvo. Para dirigir un club también se precisan esas cualidades, entre otras. Blanco siempre caminó por espacios confortables, sin asumir tantos riesgos. Poniendo el punto de comparación a como se estaba antes, siempre se quedó anclado en ese lugar. Una parte de todo esto también nos corresponde a nosotros, los socios e hinchas, que en lugar de volcar nuestras inquietudes en participaciones masivas nos excusamos en el “y seguro gana, para que me voy a meter”.
Racing deja pasar otro tren para subirse de nuevo a la gloria, mientras otros al menos lo intentan aún con menos recursos. Las mismas voces, las mismas caras, los mismos fracasos. Seguramente ahora Blanco tomará el juguete que le prestó a Jiménez y Capria por un rato, e intentará acomodarlo a su gusto. Cocca y Coudet, sus elegidos, tuvieron ese respaldo. Cuando se marginó algo de la escena, hubo ruidos e interferencias por todos lados. Habrá que ver si cuando le devuelven el juguete no esta roto y es tarde para repararlo.
Paolo Cella
@EspeRacinguista
@Paolo_Cella