La semana comenzó con banderas a favor y en contra. Jugadores acusados de atentar contra el trabajo del técnico. El entrenador mirado de reojo por sus decisiones en la conformación del equipo. Y los dirigentes, que no vieron sus nombres en ningún cartel, saben que el hincha no los tolera. Buscando responsabilidades para este presente oscuro las tres patas se reparten culpas. Pero, ¿quién carga la mayor cruz?

El rotundo fracaso que representa la actual temporada de Racing pone otra vez su foco en el entrenador. Fusible a mano para cambiar ayer, hoy y siempre. No se puede echar a 30 jugadores y el técnico queda expuesto ante la decadencia de un plantel que acumula derrotas. El presente aprieta y ahorca. Y Merlo lo padece. ¿Una derrota en Rosario ante Newell’s apuraría su salida?

El cierre del torneo Inicial maquilló el error de planificación que Gastón Cogorno, Rodolfo Molina, Roberto Ayala y Luis Zubeldía llevaron a cabo. El hombre de la estatua logró acomodar al equipo con algunas victorias, más un puñado de empates. El verano, siempre traicionero, le jugó una mala pasada a las ilusiones de todos. El cambio de aire que la llegada de Merlo le imprimió al equipo se agotó y los viejos padecimientos recrudecieron. Y Racing está donde empezó cuando llegó Mostaza.

El plantel ya fue objeto de análisis. Nada quedó de esa configuración que alcanzó los 62 puntos bajo el mando de Zubeldía. Nada en cuanto al rendimiento y prestación. Por que los nombres son casi los mismos. A excepción de Centurión y Fariña. Pero Merlo es ahora quién se juega el puesto. Y fue él quién con apenas dos incorporaciones pensó que la historia sería otra. Equivocó el diagnóstico y no sabremos hasta mayo si podrá acertar con el remedio para curar la enfermedad.

Este panorama pone sobre la mesa su continuidad. Por que esta claro que es el último responsable en esta cadena de desaciertos. Pero tiene su cuota de participación. Insistir con jugadores que fueron eficaces en un determinado momento, pensar los partidos con precauciones exageradas y repetir búsquedas con intérpretes que ya le han demostrado carencias alarmantes para sus planes iniciales.

Merlo es ahora el conductor de un grupo acostumbrado a perder. Amigo íntimo de la derrota y la desidia. Y el hombre de la cabellera rubia debe ser quién hasta el final del viaje conduzca este caos. Pase lo que pase en Rosario, frente al recuperado equipo de Berti, Mostaza debe finalizar el campeonato en el banco de Racing. Ya está hecho el daño y él, se insiste, va a la cola de las responsabilidades.

Pero en junio debe irse. No puede, debe ni merece Reinaldo Carlos Merlo seguir padeciendo a este Racing. Un club que se devora los pocos referentes que la gente rescata de los últimos 50 años. Debe marcharse. Sus errores o en todo caso su lectura equivocada del momento junto a este plantel que se destruye partido tras partido son un combo peligroso. Hoy es lo que hay. En junio se impone un cambio.

Paolo Cella

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