Racing quedó eliminado de la Copa Argentina y su andar deportivo en este 2021 continúa en picada. Con un plantel de vuelo bajo, sostenido por los emblemas del ciclo Coudet que mantienen la competencia digna, la Academia detonó su estabilidad deportiva. Otra vez Lisandro López le puso realidad al presente con sus declaraciones pos partido. Quede esperar ahora si el Presidente toma nota de esto o sigue refugiado en su círculo íntimo. Como suele suceder en este país, el poder obnubila. Blanco declara cosas que sólo él y su séquito observa, mientras el prestigio se diluye.
"Es un buen momento para trabajar, ir para adelante y en diciembre hacer una autocrítica de parte de todos los que estamos en Racing para no quedarnos en la comodidad que genera un poco el club. Me molesta sentirlo y decirlo". Esta declaración de Lisandro López pinta de cuerpo entero el presente. Comodidad. Descripción mas real sobre el camino que eligió Blanco, no se consigue. De aquella frase de Milito, "la inversión no es un gasto", pasaron 10 meses. El presidente no reacciona. Dejó puesto el piloto automático.
Quizás avalado por ese 72% de votos, sobre un padrón concurrente escaso, creyó que todo estaba bien. Ese porcentaje, legítimo, es sobre la base de una elección realizada en pandemia, con restricciones y todo lo que la situación sanitaria implicaba en aquel diciembre.
Juntó voluntades en su lista, armó un stock de gente que necesita ser parte de la comitiva que viaja a todos lados mientras el socio e hincha miraba por televisión. Empujó con sus decisiones la salida de Diego Milito, quién con aciertos y errores trazó un camino más contemporáneo para pensar destinos deportivos. Hoy, mientras los clubes buscan profesionalizar áreas de trabajo, incorporar metodologías que incentiven la competencia hacia arriba, con astucia y adaptándose a los tiempos que corren, sobre todo económicos, Blanco se pegó a las viejas costumbres de la política deportiva.
Nunca creyó en la figura de manager, secretario técnico o asesor deportivo. Milito fue, en consonancia con el arribo de Coudet, una respuesta políticamente correcta a la demanda popular de sumar al ídolo, ya retirado, a la cocina deportiva. La convivencia entre el 22 y Chacho no siempre fue armoniosa, pera la tensión entre ambos proyectó a Racing hacia arriba. No coincidían en todo, pero Coudet, sabio del paño futbolero que transitaba, y Milito, caminaron igualmente a la par con un mismo objetivo: poner a Racing lo más alto. Con aciertos y errores, fueron tiempos de competitividad.
La pandemia detonó los planes de todos. Sin competencia, el 2020 se agrupó en pocos meses y muchos partidos. Beccacece no logró trascender la frontera de los cuartos de final de la Libertadores y en el ámbito local fue penoso su desempeño. Pero el ahora entrenador de Defensa y Justicia y Pizzi tuvieron algo en común. Uno, elegido por Milito, y el otro convocado por Capria, fueron víctimas del desgaste que ese grupo de gente elegida por Blanco para rodearlo les propinaron. Con operaciones de prensa después de cada derrota o en el día a día.
Mientras todo eso sucedía, el presidente no parecía meterse de lleno en la realidad. Dejó prestado el mando en sus pares de comisión directiva y se aferró fuerte a esa comodidad de la que habló Lisandro López luego de la eliminación en la Copa Argentina. Tanto tiempo comparándose con tiempos lejanos de angustias deportivas y económicas, que el temor por soltar un peso en búsqueda de algo nuevo o superador los atrapó.
Luego de años de recaudaciones generosas por ventas de futbolistas el club no presenta obras que permitan vislumbrar un horizonte de crecimiento. Mientras en primera o el ascenso se inauguran predios o remodelan canchas, Racing va por un ascensor. Las demandas en infraestructura se acumulan y el tiempo pasa. Deportivamente el ingreso a copas, otra máxima del blanquismo explícito, pende de un hilo. La tabla anual hoy nos encuentra en la cornisa para acceder a la Copa Sudamericana. Para Racing, ese objetivo es un castigo. Pero claro, como "antes estábamos peor", puede ser que participar sea un logro en las filas oficialistas.
Así esta Racing hoy. Con un entrenador interino que "nos da una mano" (lo dijo Blanco), un plantel con seis o siete futbolistas heredados del ciclo Milito - Coudet que empiezan a despedirse del club por necesidades económicas y ambición deportiva y una pausa en la toma de decisiones que alarma a todos, o casi todos. Úbeda y Capria son un decorado pasajero de este presente y quedan al margen de grandes evaluaciones. Su presencia se entiende sólo por aquél recuerdo nostálgico de tiempos pasados y un vínculo afectivo que Racing sostiene. Caerles a ellos hoy es desviar el foco de los verdaderos responsables: los dirigentes.
El regreso del público a los estadios está cada vez más cerca. Quizás esa sea la alarma del despertador que precisa Blanco para reaccionar. El termómetro de la gente que va a la cancha no es lo mismo que aquél que lo votó. El presidente consumió mucho de su capital político, que por mérito propio construyó, apoyándose en estructuras viejas. Dejó puesto el piloto automático, esperando tal vez, que las cosas se acomoden en algún momento.
Paolo Cella
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