Derrota de Racing en Avellaneda por 3 a 1 ante el San Pablo y despedida de la Copa Libertadores de América. Nunca tuvo el equipo de Pizzi la postura necesaria para asumir el rol que debía ante el escenario que se le presentó. Las razones serán muchas pero los avisos venían siendo también una constante. Sin audacia este deporte se transforma en un suplicio. Una eliminación que debería hacer revisar el manual de procedimientos de la conducción del club.
Desde el comienzo nomás San Pablo se mostró muy convincente en su postura. Con la necesidad de marcar al menos un gol, el equipo de Hernán Crespo fue quien tomó las riendas del juego y ejerció el control del partido. Quizás la ventaja obtenida en Brasil con aquél gol de Copetti hizo que Racing fuera más pasivo de lo habitual. Pero este equipo nunca fue audaz en todo el ciclo. Por el contrario, se caracterizó por la excesiva cautela.
Así presentado el escenario, fue el visitante quién tuvo siempre más a mano la sensación de peligro en el arco contrario. Activos Rigoni y Benítez, bien ancho con Vinicius y Wellington, el tricolor puso más gente en campo rival durante los primeros 25 – 30 minutos. Tuvo sus chances de pelota parada, como aquella que no llegó a conectar Miranda y salió besando el palo izquierdo, o el remate de Sara que Arias controló con la vista.
Racing era lo de siempre en todo el ciclo Pizzi. Envíos largos para que Copetti diera respiro a sus compañeros. Sin cambio de ritmo en la zona media, con dos volantes iguales en su condición, la pelota circula espesa, sin velocidad y se repite en lateralizaciones que no dan aceleración. Si a eso le sumamos que los posibles receptores son escasos, por la falta de movilidad, la cadencia se adueña de todo el equipo. Moreno, Miranda y Piatti conforman un medio campo de un andar sin sorpresa.
El gol de Rigoni al cierre del primer tiempo ya fue lo suficientemente severo como para recibir otro mazazo al regreso. El gol de Maquinhos al inicio del complemento sepultó las esperanzas racinguistas. Si hacer un gol para este equipo es una tarea compleja, convertir tres en menos de 45 se tornaba imposible. Analizar el pase de Sigali a su compañero, de espaldas y sin ventaja, pone en contexto la realidad de este equipo. Hace lo que puede, como si no tuviera un plan. El tercero de San Pablo destruyó cualquier atisbo de reacción más allá del descuento posterior de Javier Correa.
Racing no quedó eliminado hoy solamente. Venía postergando sus problemas con triunfos que disimulaban todos los defectos de un equipo que en 28 partidos no tiene un patrón de juego. El ciclo de Juan Antonio Pizzi esquivó los problemas varias veces, para patear hacia adelante los compromisos con el juego, el plan de acción y la competitividad bien entendida.
Los números podrán ser favorables, pero son simplemente eso, números. No tienen vida y su contenido es escaso ante el reflejo de lo que sucede en el campo. Con poca ambición hizo papeles aceptables y adormeció a mentes afiebradas de conformismo y sedentarismo. Con la ventaja de haber obtenido aquél gol en el Morumbí, otra vez el escenario lo sobrepasó. Fueron River, Colón y hoy San Pablo, los que desnudaron todos los temores del cuerpo técnico y el poco relieve de un plantel mediano, quizás apto para el ámbito local, pero sin renovación para dar el salto internacional.
Racing dilapidó otra oportunidad de dar un paso adelante por seguir mirando el pasado oscuro como un ancla que le impide avanzar.
Paolo Cella
@EspeRacinguista
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