Liberados del peso que significaba abrochar la clasificación a la próxima Copa Libertadores los futbolistas de la Academia ofrecieron acaso la mejor versión del semestre y quizás de la temporada. Sólo la goleada ante el homónimo local en la era Zielinski tiene comparación. Y el que jugó como para dejar su póster bien alto fue Acuña.
El ex jugador de Ferro se convirtió, a falta de un organizador, en la usina desde dónde Racing creó la mayoría de sus ataques. Anoche esa tendencia se profundizó pero tuvo un cortejo colectivo como nunca antes. Todo el equipo participó de la gestación y una vez que perdían la pelota todos se comprometían a recuperarla rápido y cerca del arco rival. Así brilló mas que nunca la influencia de Acuña.
A la ya conocida especialidad en la pelota quieta se le sumó su aporte goleador. Primero fue el encargado de enviar el centro que conectó Miguel Barbieri para abrir el marcador y luego cerró la cosecha de gritos con un remate de zurda desde el sector derecho para que la pelota entrara al palo derecho sin oposición del arquero rival.
En este gol se observó otra cualidad que incorporó el volante mas completo del fútbol argentino. Romper la estructura para salir del costado izquierdo y meterse en la zona central para armar juego con Aued, González y Zaracho. Entre los cuatro se encargaron de darle fútbol a Racing.
La actuación de Marcos Acuña y sobre todo sus posteriores declaraciones para la televisión fueron una señal de despedida elocuente. Por supuesto que ahora deberá llegar una oferta que satisfaga a todos y así darle el premio al mejor volante de las últimas dos décadas, por lo menos, que pasó por Racing.
Paolo Cella
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